El minisatélite Proba-1 de la ESA se puso en órbita hoy hace dos décadas. Sin embargo, sigue en pleno funcionamiento, lo que la convierte en la misión de observación de la Tierra en servicio más antigua del Organismo. Proba-1 es aproximadamente del tamaño de la nevera de un hotel, pero alberga dos instrumentos de observación de la Tierra junto con numerosas novedades tecnológicas.
El primero de la familia de misiones del ‘Proyecto de autonomía a bordo’ de la ESA, Proba-1 comenzó su vida como un satélite de demostración de tecnología, convirtiéndose posteriormente en una misión de observación de la Tierra. Su principal espectrómetro de imágenes de alta resolución compacto hiperespectral, CHRIS, se acompaña de la resolución espacial monocromática de 5 m Cámara de alta resolución.
Supervisado desde el centro ESEC-Redu de la ESA en Bélgica, el Proba-1 altamente automatizado introdujo en el espacio varias tecnologías entonces novedosas pero ahora convencionales, incluidas baterías de iones de litio, paneles solares de arseniuro de galio, el uso de rastreadores de arranque para control de actitud sin giroscopios y Microprocesadores ERC-32 desarrollados por la ESA que ejecutan su computadora de vuelo.
Proba-1 fue seguido por la observación del Sol. Proba-2 en 2009 y seguimiento de la vegetación Proba-V en 2013, con el doble satélite Proba-3 para demostrar el vuelo en formación de precisión mientras se estudia la corona solar prevista para su lanzamiento en 2023.
Proba-1, que cuenta con una gran cantidad de componentes y sistemas comerciales y de bajo costo, a veces se ha descrito como ‘NewSpace antes de NewSpace’. La misión continúa entregando imágenes a equipos científicos de todo el mundo, al tiempo que proporciona datos valiosos sobre la longevidad de los sistemas y componentes espaciales.
Para obtener más antecedentes histróricos sobre Proba-1, lea esta celebración en el Boletín de la ESA.