El nuevo curso económico |  Ramon Roca Ribó |  Barcelona |  Opinión

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El crecimiento económico, las exportaciones y el turismo tienen un comportamiento adecuado



La inflación repunta por el precio de los carburantes, mientras que en Madrid sigue la incertidumbre política derivada de la investidura

Barcelona

Septiembre es un buen mes para analizar cómo se presenta el nuevo curso económico. Hay algunos indicadores que pintan bastante bien, otros que no tanto y, por supuesto, algunos índices que todavía ponen los pelos de punta. Éste es el caso de la inflación, que si bien no está en lo más alto, tampoco se comporta adecuadamente y la da al sector industrial, sobre todo en el mundo de la pequeña y mediana empresa, que tanto abunda en Catalunya. Y también destaca la inestabilidad política en el Estado, con la incógnita de si habrá nueva convocatoria electoral si no prospera la investidura en las próximas semanas, lo que haría seguro que no hubiera gobierno, al menos, hasta medios del primer trimestre de 2024.

Cataluña, eso sí, mantiene el ritmo de crecimiento económico y se aleja de las cifras negativas de la mayor parte de los países europeos. Precisamente, la Cámara de Comercio de Barcelona eleva las previsiones de crecimiento de la economía catalana hasta el 2,2% en 2023. De hecho, son cuatro décimas más que la anterior previsión que este organismo presentó en mayo.

Siguiendo esta línea positiva, las exportaciones también siguen la buena senda del año pasado, a cuyo cierre tuvieron un crecimiento del 17,9% respecto a 2021 y se situaron en los 94.927 millones de euros de ventas al exterior. Siguiendo esta tónica del último ejercicio, en el primer semestre de este año han crecido un 14,5%. A modo indicativo, cabe recordar que el pasado marzo se batió su récord al superar los 10.000 millones en un solo mes. Cabe decir, además, que las exportaciones son uno de los motores de nuestra economía.

Otro sector positivo para rodar la actividad económica es el turismo. Y lo cierto es que ha consumido el verano con casi los mismos turistas que vinieron en el 2019, que es el año que tiene el récord de llegada de visitantes extranjeros. Además, lo más favorable es que ha aumentado el gasto por turista respecto a los años anteriores. Como curiosidad, Barcelona tuvo en julio 8,12 millones de pernoctaciones, convirtiéndose así en la primera ciudad del Estado con estos registros. En el mismo mes de 2019, la capital catalana recibió 8,16 millones de pernoctaciones.

En la otra cara de la moneda está el comportamiento de la inflación. De hecho, el encarecimiento de los carburantes en los últimos meses ha hecho repuntar al IPC de agosto hasta el 2,5%. La inflación subyacente, que no tiene en cuenta los precios más volátiles, desciende hasta el 6%, dos décimas menos que en julio. El problema de la inflación supone un quebradero de cabeza añadido para el sector industrial que, en Catalunya, está muy representado por las pymes. Menos mal que el precio de la electricidad y el del gas natural tienen comportamientos más moderados.

El dato del ocupación es otro aspecto ambiguo, en función de cómo se mire. Lo cierto es que la tasa de paro de Cataluña ha caído hasta el 8,44%, la menor de los últimos quince años. Según la encuesta de población activa, el ocupación registra un récord histórico, con 3,65 millones de trabajadores en el segundo trimestre. Sin embargo, hay que tener presente que entre los meses de julio y agosto se han registrado unos 9.000 parados más. También se ha detectado una leve ralentización en la actividad ocupacional entre los meses de abril, mayo y junio. Habrá que ver la tendencia de los últimos meses del año.

Otro elemento de desestabilización podría llevarse a cabo en función de la investidura del próximo presidente del gobierno español. Si ninguno de los dos candidatos con posibilidades de gobernar tiene los apoyos necesarios, podríamos asistir a una nueva convocatoria de elecciones y, en función de los resultados, todavía podría estar muchos meses sin un efectivo ejecutivo. Estos meses podrían afectar a decisiones de política económica, como la distribución, ya con retraso, de los fondos europeos Next Generation.

Y mientras tanto, se puede afirmar que no hay ningún avance sustancial ni en la mejora de la ejecución presupuestaria, ni tampoco en la reducción del enorme déficit fiscal, éstos, más o menos, 20.000 millones de euros que Cataluña deja de percibir cada año.



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