El nuevo curso de una escuela en crisis, tras la crisis de la pandemia



Escuela Anglesola | Foto: Pol Rius

Las maestras y los maestros sueñan, más necesitados que nunca, en el descanso, mientras almacenan ideas, guardan reflexiones, acumulan fuerzas para pensar y debatir, en junio, como querrían que fuera el próximo curso. Todo ello porque, sin gobierno ni nada que se parezca durante tantos meses, las planificaciones de la administración educativa ya hablan de los recursos que ya no estarán y la administración sanitaria -sin pensar qué es y para qué sirve la escuela- de las medidas de profilaxis que habrá que mantener.

Como, al menos, tendremos escuelas de verano, propongo ir poniendo en marcha y ordenando la reflexión de los equipos alrededor de tres grupos de ideas: los impactos de los dos cursos de pandemia en la relación entre la infancia y la escuela; el catálogo de implicaciones, cambios educativos, personalización de la relación de aprendizaje, organización escolar, etc. que el profesorado ha puesto en marcha; la reanudación de la renovación educativa, urgente antes de la pandemia, agudizada en la pandemia, irrenunciable ya, termine o no termine la pandemia.

Compensar y curar vidas impactadas

En medio de la diversidad y la desigualdad de las escuelas y de las situaciones socioeconómicas del alumnado, no podemos pasar página olvidando que, el curso pasado, tuvieron media escuela y que este ha sido vivido como alteración permanente (algunos alumnos, por ejemplo, han tenido trimestres de continuo confinamiento de su clase). Estamos obligados a hacer balance, compensar y reparar.

Los equipos educativos, las familias y la administración (no sólo la educativa) deben poder compartir posibilidades de descifrar, conocer, valorar los impactos. No podemos hablar, simplemente, que es muy probable que aumente el fracaso académico al terminar la escuela. Ahora estamos obligados a descifrar cómo puede haber cambiado la desafección escolar, especialmente en algunos puntos críticos. Pensamos, por ejemplo, lo que supuso empezar P4 o P5 y que te cierren la escuela que acabas de descifrar. O, pensamos un poco, como fue el final de sexto y el camino a la secundaria o, ahora, el final desorientador de la ESO, etc.

Propongo ordenar la reflexión sobre el nuevo curso en torno a tres ideas: los impactos de los dos cursos de pandemia en la relación infancia-escuela; el catálogo de cambios educativos que el profesorado ha puesto en marcha; y la reanudación de la renovación educativa

Objetivamente, no tener escuela o tenerla en condiciones precarias ha significado continencia de oportunidades educativas, empobrecimiento de vidas de niños. No se trata de descifrar qué parte de programa no se ha dado, sino de poder descifrar las carencias (en los procesos de aprender y los deseos de saber) que tendremos que llenar de nuevas maneras y con apoyos y recursos que no siempre son los de la escuela. La reflexión debe ser sobre cuáles serán los recursos socioeducativos del territorio que se destinarán a llenar privaciones.

Privar de escuela (de escuela en condiciones) también ha supuesto privar de los principales espacios básicos de serenidad que algunos hombres y mujeres tenían. Han quedado y continúan estando en medio del caos y la precariedad de sus familias, de su entorno más cercano. No, no nos podemos dedicar a imaginar los trastornos mentales futuros, sino a reconstruir y aumentar los entornos de calma. Necesitamos a la red de salud mental y de atención comunitaria al votante del entorno escolar para que las crisis no trituren aún más las infancias empobrecidas y éstas pasen a tener etiquetas diagnósticas.

De la humanización excepcional a la personalización permanente

Si la escuela ha funcionado (mayoritariamente muy bien) ha sido por la multiplicidad de esfuerzos y adaptaciones creativas que una parte significativa del profesorado ha hecho. El próximo curso el profesorado no necesitará el reconocimiento de sus esfuerzos (son profesionales que no pueden permitir, no han permitido, que la vida de un niño o adolescente se dañe porque sus adultos olvidan de él). Necesitan que el próximo curso se consolidan las formas válidas, positivas, de educar enseñando que han descubierto y aplicado estos días.

Por ejemplo, personalizar los aprendizajes, hacer singular la relación educativa, ha ocupado preocupaciones y esfuerzos y, ahora, debe pasar a ser una forma dominante y normalizada (no la excepción como resultado de una crisis). El tiempo dedicado, la relación con las familias, los soportes exteriores, las experiencias vividas por los niños y adolescentes con la preocupación permanente de sus maestros debe estabilizarse. No podemos discutir con la administración sobre el mantenimiento de las ratios o el número de maestros. Discutimos que las formas de hacer de maestro humanizadas que han funcionado no podemos desaparecer. Tener menos alumnos no siempre lleva a la personalización. Con más alumnos la personalización no es posible. Suprimir o no aumentar recursos humanos es dañar voluntariamente lo que funciona.

Lo mismo ocurre con metodologías, didácticas, organizaciones. Es de suponer que organizar los grupos clase no será una imposición de las directrices sanitarias sino la forma educativamente válida de trabajar en grupo que, además, considera las pautas de la salud. Hemos tenido, por ejemplo, un curso sin agrupación por niveles (que legalmente no debería existir y que ahora era imposible) y hemos hecho buenas clases. El próximo curso, cualquier propuesta de aquet estilo (del claustro, de las familias o de los grupos políticos) debería estar colocada ya en la prehistoria.

La pandemia ha ayudado a muchos profesionales a colocar en su lugar relativo el currículo, ha potenciado la integración de ares de conocimiento, ha hecho descifrar cómo se buscan la vida niños y adolescentes para consentir al conocimiento cuando no está el maestro, ha puesto de relieve las competencias, ha incorporado los aprendizajes fuera de la escuela a la dinámica escolar, etc. No podemos volver atrás. Otro ejemplo: las necesidades digitales han convertido una parte de los profesionales en auténticos creativos de la red que han podido salir de la esclavitud analógica … No paramos la transformación.

El bache que está suponiendo esta realidad por la escuela ha conducido a una especie de rejuvenecimiento obligado. No lo pueden dejar en simple operación estética, mientras por debajo vuelve la escuela de siempre.

La eterna urgencia de cambiar la escuela

La historia de la pandemia no es la de la aparición de nuevas crisis en el sistema escolar, sino la de la eclosión de las viejas crisis, profundas, que se vuelven insostenibles cuando las viejas seguridades desaparecen. Para el curso que viene, toca volver a identificar, evitar que se queden debajo de las alfombras o los intereses de los diferentes poderes, construir como profesionales activos en cambiar la escuela una propuesta de urgencia, un discurso actualizado sobre por qué sirven la escuela y los maestros, en la tercera década del siglo XXI. Apuntaré algunas líneas de la reflexión práctica urgente:

  • Reconstruir el discurso de la educación como servicio público. Educar enseñando es hacer posible el derecho a la educación … de los niños, hacer posible la construcción de las oportunidades educativas universales. La urgencia ahora es impedir el negocio y el mantenimiento del control ideológico.
  • Aclarar que una buena escuela siempre será la escuela de la diversidad. Seleccionar y segregar, ni antes ni ahora, es hacer escuela. Volver a pensar qué significa hacer escuela de barrio, escuela de comunidad.
  • Tendremos que recuperar el discurso del zócalo básico de conocimiento, saberes, competencias, a alcanzar como resultado del camino por la escuela. Revisar los nuevos-viejos resultados de la escolarización obligatoria. Aclarar las nuevas-viejas desafecciones y descifrar en qué momentos algunas vidas escolares estropean.
  • Ninguna renovación será posible sin reformular y reivindicar el oficio de maestro. Pero tendremos que aclarar en qué consiste en la sociedad actual y en la escuela que necesita el mundo actual. Quizás ya es la hora de renunciar a ser transmisores de conocimientos.
  • Superada la etapa de las «nuevas tecnologías» y «la educación a distancia», tal vez pensaremos de verdad sobre cómo se enseña y cómo se aprende en una sociedad digital, virtual y en red.
  • Comprobado por enésima vez que necesitamos algo más que aulas, que se aprende fuera y dentro de la escuela, que se aprende lo que conecta con la vida y que la vida es aprendizaje, tal vez es la hora de la educación al ancho de la vida de los niños y de tener una propuesta compartida de recursos y respuestas para la infancia del territorio.
  • Etc.

La eterna nueva escuela sigue en proceso de construcción, ahora en un momento en que una parte significativa de la educación de niños y adolescentes va quedando a la intemperie.



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El nuevo curso de una escuela en crisis, tras la crisis de la pandemia